Un Velorio en "El Pozole"

El 11 de octubre, llegué al poblado El Pozole en el cual vivo desde que se abrió el Centro Comunitario de Esperanza, siendo como a las 10:00 p.m., me percaté que estaban velando un cuerpo.

Llegué a mi domicilio y empecé acomodar los víveres para el comedor que abrimos los sábados, pensando en que cuando acabara de acomodar todo, pasaría a reunirme con la gente al velorio, me puse a descansar y empezó a sonar mi teléfono, contesté y una mujer que se encontraba en el velorio, me preguntó que si podía pasar al velorio para apoyarlos para decir algunas palabras, siendo ya medianoche. Le dije que sí, que precisamente me estaba alistando para pasar a acompañarlos.

Llegué al lugar y estuve con ellos como a las hasta las cuatro de la mañana y me pidieron que si los acompañaba nuevamente al otro día a las dos de la tarde, antes de qué se llevaran el cuerpo al panteón, y le respondí que sí.

Al otro día comencé con las actividades del comedor y cruzaba por mi mente no asistir al compromiso de estar en el lugar donde tenían el cuerpo, ya que tenía algo de miedo al estar hablando en el velorio con tanta gente dolida, pero tuve un sentir que me animo que en esos momentos difíciles ocupan el consuelo de la palabra de Dios.

Tuvimos la actividad del comedor y cuando terminamos quedó muchísima comida, algo fuera de lo normal, ya que se acaba casi toda la comida, exclamé al cocinero: ¿Ya les dieron la comida a todos? Contestándome él: Sí, ya les dimos dos veces, y contesté yo: ¡Pero quedó bastante! y contestó él, tal vez le eché mucha papa al guisado, y volví a decir yo: Repártanse la comida entre ustedes en porciones iguales, y salí de la cocina y al cruzar la puerta se me vino un pensamiento de llevar la comida al velorio y me devolví rápido y les dije que mejor llevaríamos la comida al velorio y que prepararan un termo de agua de cebada y armé un equipo para llevar y servir la comida en el velorio.

Subimos las ollas con comida, desechables, termos y fuimos al lugar y nos atendió la hermana de la difunta, la cual mostró gran agradecimiento, ya que me comentó que en la casa no tenía ni gas; servimos platos y vasos de agua para toda la gente presente, y todavía sobró.

A la gente se le miraba en sus ojos y rostro el agradecimiento. Después de esto me puse a compartirle la palabra de Dios, que es de un Dios consolador en donde en él podemos encontrar consuelo.

Terminamos como a las cinco de la tarde; cansados, pero gozosos. Así lo manifestamos todos los que estuvimos sirviéndole a la comunidad de El Pozole en tiempos difíciles.

Y al estar solo me puse a meditar en todo ese día y me preguntaba por qué había quedado tanta comida del comedor y todavía se los dio como a 40 gentes en el velorio y sobró, y la respuesta retumbó en todo mi ser: ¡Dios Multiplicador!

¡Aleluya!

No Comments